«Vecina, siempre me toca el plin plin plin». Si eso no te sacude un rinconcito del inconsciente colectivo, es porque no viviste la fiebre ochentosa del televisor con fondo de madera, la pava silbando y la Señorita Lee haciendo su entrada triunfal en Seis para Triunfar, el programa de entretenimientos que rompió el rating y nos moldeó el alma entre 1985 y 1991.
Conducido por el infalible Héctor Larrea en modo Hetitor encendido, Seis para triunfar fue más que un ciclo: fue una institución. El «plin plin plin», la musiquita del reloj que avisaba el final del juego, era el último suspiro de una generación que sabía que si adivinabas la palabra, había premio. Si no, lo que había era consuelo y cafecito.
Allí, entre sobre y sobre, entre pozo Noblex y frases truncas, se deslizaba como un suspiro exótico la figura de la Señorita Lee: una presencia silenciosa pero fulminante. De origen coreano, radicada en Argentina, contratada bajo una cláusula insólita pero real: no podía hablar en español. Sólo podía expresarse en coreano. Misteriosa, impecable, una azafata devenida celebridad televisiva.
Entre taza y taza, se fue ganando el corazón del público y la complicidad de Larrea. «Hay tantas cosas que no saben de mí», decía a La Nación años después, con la misma elegancia con la que servía café en el aire y en el piso del canal. Modelo, azafata, musa exótica de un país que aún no sabía muy bien qué hacer con tanto pluralismo cultural.
Su estilo no era show, era presencia. La acompañaban otras figuras hoy devenidas mito: Silvia Süller (en su era pre-Soldán), Carmen Barbieri, Raúl Portal, Nito Artaza, y la productora Susana Fontana, quien luego seguiría orbitando el mundo chimentero con Lucho Avilés. Pero ninguna como Lee: impasible, coqueta, legendaria.
En 1992 mostraría su otra cara: lanza un disco llamado Yung Wa Lee con temas como «Mi adorable canalla», «Desde Oriente» y «Necesitaba sentirme tuya». Portada con primer plano, mirada firme. Como quien dice: también tengo voz, y es mía.
Hoy, su legado sigue flotando entre las repeticiones de Volver, los foros de TV retro y las anécdotas contadas en sobremesas donde alguien siempre termina diciendo: «¿Te acordás de la Señorita Lee? La que hablaba en coreano…»
El Veredicto del Archivólogo:
La Señorita Lee fue mucho más que una secretaria de programa. Fue el enigma elegante de la TV argentina, un misterio con tacos y sonrisa sutil. Una extranjera que se volvió nuestra sin necesidad de decirlo. Fue plin plin plin, cafecito con glamour y cultura pop en su punto justo.
¡Volvé, Señorita Lee, que aquí te seguimos esperando con el sobre en la mano y el corazón en el canal nueve de la memoria!
Por El Archivólogo
Para la Agencia de Guardia
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