Por Redacción La Realidad
Hay mujeres que nacen para ser noticia. Y otras, como Graciela Alfano, que nacen para hacer historia. Actriz, modelo, conductora, ingeniera (sí, recibida en la UBA), panelista, sex symbol y bruja ocasional, Grace es un capítulo aparte en la Biblia del espectáculo argentino. De su belleza mítica hablaron todos, pero de su inteligencia —rápida como una réplica en vivo— hablaron pocos. Hasta ahora.
Porque Alfano volvió al centro del huracán mediático con esa mezcla inconfundible de picardía sofisticada y lenguaje de barricada con rouge de Dior. La bomba estalló cuando, sin titubear, dijo en televisión que el legendario tapado de piel de María Julia Alsogaray era suyo, que ella se lo había prestado para la icónica tapa de Noticias donde la menemista más cool se fotografió entre lujos, dólares y copas de cristal.
La declaración fue dinamita pura. A las pocas horas, Susana Giménez saltó como leche hervida —o como diva herida— diciendo que era mentira, que Alfano inventaba, y que, palabras más palabras menos, estaba un poquito desequilibrada. La One, Moria Casán, siempre lista para dar la estocada con humor ácido, se alineó con Grace y deslizó que “si alguna es bruja, es la rubia de los teléfonos”.
Pero Graciela no se achicó. Respondió con ironía, porte y una clase que ya no se fabrica en estas pampas. Acusó a Mirtha Legrand y a Susana de violencia simbólica, dijo que el patriarcado también vive en las mujeres que la critican, y remató con una de sus frases de antología:
“Elijo no pelear con nadie, pero si me buscan… me encuentran. Y con tacos.”
Lo curioso es que esta polémica encontró a Alfano en un momento de verdadero revival mediático. Con miles de seguidores en redes, una estética cuidada y fresca, y una lengua afiladísima para las cámaras, las nuevas generaciones la adoran. En TikTok, sus frases se convierten en audios virales y muchos jóvenes la descubren como una tía glamorosa y punk a la vez.
No es menor: en un medio acostumbrado a jubilar mujeres después de los 40, Alfano rompió todas las reglas. Desfiló para los grandes diseñadores del país, fue tapa de revistas desde los 70 hasta hoy, protagonizó revistas junto a Porcel y Olmedo en plena dictadura —cuando ser sexy era un acto político— y dejó huella en programas como Intrusos, Los 8 escalones, ShowMatch y todo ciclo donde pudiera dejar su frase bomba, su paso firme y su mirada de Cleopatra con labios al rojo sangre.
¿Y lo de la bruja? Sí, Graciela lo dijo. Que estudió tarot, que le interesan los símbolos, que la energía existe y que el alma tiene una geometría sagrada. Lejos de negarlo, abraza su costado esotérico con la misma elegancia con la que usó plumas y strass. Y lo más lindo: no pide permiso.
🎞️ El veredicto de El Archivólogo
En la historia del cine y la TV argentina, las divas siempre pelearon su lugar en un ring con más maquillaje que guantes. Pero Alfano supo boxear sin despeinarse. Si lo comparamos con sus contemporáneas:
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Susana Giménez tuvo su gloria con La Mary y luego se volvió su propio personaje. Brillante, sí, pero predecible.
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Graciela Borges es sinónimo de cine arte, pero su estampa algo aristocrática la alejó del cariño popular.
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Moria Casán fue el caos creativo, el delirio poético y el doble sentido devenido meme.
Y Graciela Alfano… fue un poco de todas. Supo ser sexy sin perder la clase, fue estrella sin perder profundidad, y se reinventó cuando todos esperaban que se retirara. Fue la más bella, la más mediática y —en silencio o a los gritos— la más lúcida.
Si la vida fuera una película, Graciela no sería solo la protagonista: sería también la directora, la guionista y la que elige el vestuario.
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